Ictus: manifestaciones fuera de lo común
Ante la aparición de un ictus, la sintomatología casi siempre suele ser la misma. La incapacidad para hablar; el adormecimiento de una parte del cuerpo, la pérdida de visión y la falta de movilidad parcial son algunas de las señales de alarma más comunes.
Aun así, las investigaciones llevadas a cabo por el Método Hoffmann sugieren que debemos estar atentos a otros síntomas que, si bien pueden parecernos poco importantes o secundarios, son signos reveladores a la hora de diagnosticar un infarto cerebral.
Si la lesión neuronal afecta a una parte específica del cerebro, pueden darse algunos indicios poco conocidos a nivel general que pueden provocar una valoración errónea de la situación.
Por ejemplo, debemos saber qué si el ictus influye en una estructura llamada ínsula, se producirá una pérdida total del apetito. De la misma forma, también se puede generar una amusia, la incapacidad para entender y reproducir la música.
Contrariamente a lo usual, el ictus puede provocar un exceso de movimiento incontrolado, desde suaves balanceos a fuertes sacudidas, si se produce una lesión en el núcleo subtalámico cerebral contralateral o en sus conexiones.
Más extraños son todavía aquellos infartos cerebrales que afectan a la rodilla de la cápsula interna, una parte muy específica de las vías nerviosas que puede provocar un mutismo acinético. Este se caracteriza por la no interacción con el entorno a pesar de mantenerse despierto. Si en cambio afecta al tronco cerebral, pueden provocar un llanto y una risa incontrolados o incluso un aumento de la somnolencia.
También se puede producir prosopagnosia, una forma de agnosia visual que impide la habilidad para reconocer rostros. En pacientes políglotas, suele darse la pérdida de uno de los idiomas que este maneja. Estas manifestaciones no son habituales, pero pueden darse en ciertos casos. Estar atentos a estas señales de alarma nos ayudará a actuar con la máxima rapidez posible.
