Bailar bajo la nieve

06 mar. 2018
Opinión Andrés Navarro, neuropsicólogo

Andrés Navarro, neuropsicólogo

Una Navidad sin los celestiales cánticos corales que Danny Elfman compuso para Eduardo Manostijeras sería como una Navidad sin nieve. Que esta época venga con nieve nos resulta hoy en día tan inverosímil y mágico como fantasiosas le resultan al oído esas composiciones musicales.

A muchos lectores escasamente les sonará esto, pero no han sido pocas las Navidades en que nuestras pantallas se han inundado con esa música; la película, una fábula hiperbólica y deliciosa, incluye esa nieve en los momentos precisos, en las cumbres emocionales; al final de la película, una Winona Ryder artificialmente envejecida pero poderosamente convincente, describe a su nieta con su voz ajada y entrecortada, con su corazón abierto y luminoso de amante abuelita y con una cálida chimenea de fondo a la hora de dormir, cómo los días de nieve le recordaban a ese infinito amor primigenio que de joven experimentó con Eduardo, ahora poco más que un lejanísimo recuerdo cubierto por años y años de vivencias y aprendizajes; como tan a menudo les ocurre a nuestros Mayores, los recuerdos de antaño se sienten acogedores y agradables, les permiten saborear un trocito de tiempo mejor.

Y con Danny Elfman de fondo, la anciana mujer pronuncia emotivamente aquella conmovedora frase de, "A veces, aún bailo bajo la nieve". Tal y como había bailado al lado de Eduardo años y años atrás. Tal y como nuestros abuelos y abuelas bailan al son de antiguas melodías, al ritmo de viejos recuerdos, invocando la oportunidad de sentirse libres, ágiles, vivos. El invierno y la Navidad son nieve.

La Navidad es la banda sonora de Eduardo Manostijeras, y Eduardo Manostijeras es la danza bajo la nieve y el recuerdo de lo vivido.
Y con el invierno, la nieve, la música, el baile, y el recuerdo precioso de mi abuelita que me dejó hace poco más de un año y que desde mucho antes de nacer yo había sido el centro orbital de todas las Navidades, descubro que en la revista Fronteras en Neurociencia Humana un llamativo estudio ha demostrado que, en Seniors sanos, en nuestros abuelos y abuelas a los que queremos proporcionar una juventud eterna, una independencia inagotable, un preciado y merecido bienestar, en nuestros queridos Mayores pues, la actividad física y muy particularmente el baile y la danza no sólo disminuyen y anulan muchos factores de riesgo que agazapados encienden diariamente nuestros miedos, sino que también batallan encendidamente contra el temido declive físico y cognitivo que no podemos sino intuir, si la nuestra es una posición inmovilista, en el no tan lejano horizonte.

El Dr. Rehfeld, principal artífice del estudio, cree en la asunción de que el baile supone nuevos desafíos físicos y mentales para cualquier Senior, una fuerza motriz que vuelve a despertar esas porciones entumecidas de los músculos y del alma y, como bien sabemos en Hoffmann World, una oportunidad para disfrutar de un envejecimiento saludable, juvenil, independiente, repleto de significado y de propósito. La memoria, el control motor, el aprendizaje, el equilibrio...

Todas esas piezas que decidió un día la Naturaleza que se estropearían al cumplir años; todas ellas son empero revividas con baile -a veces bajo descendientes copos de nieve-, con actividad, con amor, con ganas de continuar paso tras paso pensando en los años como quien piensa en sucesivas ocasiones de llenarse de lo que un buen amigo llama, muy acertadamente, "vida vivida".

Que a veces, o siempre, hoy o mañana, nuestros Mayores bailen de nuevo bajo la nieve.